Y me costará, y me costará mucho,
despertarme y no tenerte a mi lado.
No sentir durante toda la noche,
el contacto de tu piel,
el poder acariciarte medio dormida, o
que tú me acaricies a mí; porque
nuestras pieles se buscan,
o se buscaban, ya no lo sé.
Pero no era lo más importante,
era el despertarme contigo,
el sentir ese calor,
ese dormir juntos, enganchados,
que no había ni un milímetro de separación.
Nuestros cuerpos siempre se
estaban tocando, no perdían,
no dejaban ni un ápice de aire
entre ellos.
Y los domingos por la mañana,
con un ¿quieres un café? y, no,
no le eches azúcar, que
ya la lleva.
Hay ciertas cosas, como
el café, el ver una peli juntos,
el descubrir nuevos artistas,
nuevos lugares que solo,
que sola no valen nada,
pero que en compañía
lo es todo.
Siempre te decía que el día
que te tuviera enseñado
me dejarías,
y tú siempre decías que no,
que nunca estarías enseñado.
Y he sido yo la que
te ha dejado ir, la que
te ha hecho volar,
sin darme cuenta que era
yo la que no
estaba preparada
para que lo hicieras.
29 de marzo de 2017
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